ASPECTO
Y REPERCUSIONES DE LAS CRISIS AGRARIAS
Preámbulo
de la Circular del Gobierno a las autoridades provinciales. 4 de marzo de 1868.
Las
perturbaciones que últimamente han ocurrido en Granada y en algunos pueblos de
aquella provincia con pretexto de la carestía del pan, descubren muy a las
claras dos hechos dignos de la más profunda atención. Se ve por una parte, que
el estado de los campos por la falta de aguas, la poca abundancia de las cosechas
de estos últimos años, el espíritu de granjería sobre las sustancias alimenticias,
y la falta de trabajo han difundido entre la clase proletaria el temor de que
coincidan a un mismo tiempo la falta de recursos para comprar el alimento más
necesario, y la carestía por causa de escasez de este alimento. Por otra parte
se advierten señales nada equívocas de los manejos que se emplean para dar una
dirección revolucionaria a las preocupaciones que nacen de aquel temor, y para
sacar partido de las pasiones populares en provecho de planes políticos que
usando de otros medios no pueden alcanzar éxito.
(...)
no es de esperar, según datos oficiales, sobre todo después
de los últimos cambios atmosféricos, que falten de un modo
general en todas las comarcas del reino los productos alimenticios.
(...)
si bien es verdad que las cosechas de los años anteriores han sido cortas, el
Gobierno con presencia de tal escasez, ha dictado órdenes eficaces, ya con el
fin de que no se exportan los cereales que hacen falta en España, ya con el de
que venga de otros países el suplemento que se necesita para hacer frente a
aquella necesidad, ya con el objeto de hacer más fácil y barata la circulación
de los citados importantes artículos por los caminos de hierro. Los estados de
esta circulación demuestran el gran movimiento que en las mencionadas mercaderías
se ha realizado, lo cual prueba de una manera concluyente que no es tan grande
la falta de equilibrio en el abastecimiento de las sustancias de que se trata.
Procurando
restablecer la abundancia, aumentando el movimiento de los alimentos principales y tomando las resoluciones que dejo
indicadas, el Gobierno ha combatido las granjerías que se consagran a encarecer aquellos artículos.
No es, pues, fundada la preocupación de los que, buscando responsabilidades que
justifiquen los desbordamientos del populacho, suponen mayor de lo que es el
acaparamiento calculado del pan y se valen de esta especie para concitar a la muchedumbre.
Tampoco es tan
extensa como se dice la falta de trabajo. De las noticias recibidas por el
Gobierno se infiere a que tanto éste como los Ayuntamientos, las Diputaciones
provinciales y aun los particulares, han hecho y hacen los mayores esfuerzos
para que hallen ocupación los jornaleros. Sin embargo, los espíritus turbulentos,
que nunca faltan para explotar en provecho de la revolución las calamidades que
afligen a los pueblos, exageran los males que sufrimos, incitan a los
revoltosos extravían a la gente sencilla que vive de su trabajo y alguna vez
consiguen por este medio fomentar escenas tumultuosas en que la Autoridades, cumpliendo
con sus deberes, tienen que usar la fuerza para combatir, no a los necesitados,
sino a los que explotando la necesidad se amotinan y faltan a las leyes.
Para precaver tan deplorables acontecimientos (...)
medidas enérgicas para prevenir la escasez y evitar la carestía de los alimentos
más necesarios (...) convendrá se
dirija a las gentes acomodadas, a quienes más que a nadie interesa este asunto,
según ya se le indicó en la circular del 15 de enero último, y las excite a
formar, como ya se ha hecho en Granada, asociaciones que contribuyan a reunir
cantidades destinadas al alivio de la miseria pública.
En ocasiones como
esta es cuando se necesita emplear grandemente la caridad que consuela y socorre
el malestar de las clases proletarias, las hace mirar con gratitud el alivio
que reciben y aleja el temor de lamentables perturbaciones.
Pero si estas
llegasen, a consecuencia de sugestiones malévolas y de manejos criminales,
procure V.S. descubrir inmediatamente a los que así las preparen y realicen, para
castigar los con severidad y no omita medio alguno, desde la persuasión hasta
los más enérgicos, a fin de que se restablezca el orden y sean, como es debido,
acatadas las leyes.
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