Historia de España.- Bachillerato. TEMA EBAU.-
TEMA 8. Absolutismo frente a liberalismo. Evolución política de Fernando VII.
INTRODUCCIÓN.
La derrota de Napoleón provocó la salida de
España de su hermano José I, firmándose el Tratado de Valençay (1813) que puso
fin a la guerra y devolvió la corona a Fernando
VII , quien volvía a España en medio del entusiasmo popular (de ahí su
apelativo “el deseado”). Su regreso, a principios de 1814, planteó el problema
de cómo integrarlo en el modelo político definido por las Cortes de Cádiz la Constitución de 1812, pues Femando VII abandonó
el país como monarca absoluto y debía
volver como monarca constitucional. Esta
paradoja marca su reinado, en el cual se produce la constante lucha entre
liberales (partidarios de la soberanía nacional, la división de poderes, la
igualdad ante la ley y el liberalismo económico y absolutistas (partidarios de
la monarquía absoluta, sociedad estamental y economía basada en la agricultura,
el control sobre la circulación de bienes y una actividad artesanal regida por
los gremios).
DESARROLLO.
El
Sexenio Absolutista (1814-1820).
Los liberales, como dudaban de que
el rey aceptase la constitución y lo establecido en las cortes, querían que regresase
directamente a Madrid, para que, una vez allí, jurase la Constitución y se comprometiese
a respetar el nuevo marco político. Fernando VII, cauto, se mostró inicialmente
respetuoso con las condiciones, aunque no comulgaba con ellas ya que quería
valorar los apoyos que tenía en el país. Durante su estancia en Valencia, un
grupo de 69 diputados absolutistas, le presenta el 12 de abril de 1814 un
documento, conocido como el Manifiesto
de los Persas, en el que le piden
la derogación de toda la obra de las Cortes de Cádiz. El rey, tras comprobar que
un sector importante de la población deseaba acabar con la obra de los
liberales, aprueba el decreto del 4 de
mayo de 1814 por el que declara “nulos y de ningún valor ” la Constitución y los decretos de Cádiz.
Es la vuelta al absolutismo y el comienzo
de una cruel represión contra los liberales
y los afrancesados. Este decreto ha sido calificado por un sector de la
historiografía como un auténtico golpe de
estado y el primer pronunciamiento de la Historia de España. Se inicia una etapa
que se caracteriza por:
§
La crisis económica y
quiebra de la Hacienda. La situación económica era desastrosa como
consecuencia de la guerra (destrucción de fábricas, caminos, pueblos y ciudades,
y la pérdida de gran parte de la producción agrícola y ganadera). Los gobiernos
de Fernando VII no fueron capaces de tomar medidas eficaces para hacerle
frente. Al contrario, su política económica es regresiva, sobre todo en lo
referente a la fiscalidad, pues nobleza y clero recuperan su privilegio de
exención de impuestos. Además, las colonias se encuentran en rebeldía. El problema
de la deuda pública llevará al rey, en 1816, a adoptar algunos aspectos del
modelo de recaudación de las Cortes de Cádiz (con la oposición de los
estamentos privilegiados). A pesar de ello, la situación no mejoró.
§
Ineficacia e inestabilidad
de gobierno. Con apoyo de la nobleza, el clero y gran parte del
pueblo (ajeno a la cuestiones políticas) se produjo el giro al absolutismo. Se
anularon las libertades civiles, se reinstauró la Inquisición y la Mesta, se permitió
la vuelta de los jesuitas, pero no se devolvió las tierras expropiadas a la
Iglesia durante el reinado de Carlos IV, lo que tensó la relación entre ambos
estamentos. Los ministros fueron relevados continuamente por la influencia de
la camarilla del rey. La incapacidad de gobernar del monarca era evidente.
§
La fuerte oposición de los
liberales
que se plasmó en continuas conspiraciones contra el poder absoluto. Los liberales,
perseguidos, actuaban desde la clandestinidad. En el ejército existía malestar,
ya que los oficiales que habían participado en la guerra de Independencia,
quedaron marginados ante los oficiales de privilegio (nobiliarios), lo que
explica que encabezasen los pronunciamientos, que fueron
movimientos urbanos, poco organizados, dirigidos por jóvenes oficiales del
ejército de ideología liberal, y localizados en las zonas periféricas, como los
Fco. Espoz y Mina (1814), Díaz Porlier (1815), Luis de Lacy (1817) … Estos
pronunciamientos fueron abortados y duramente reprimidos hasta que el El Pronunciamiento de Riego en 1820
diese paso al Trienio Liberal.
El Trienio Liberal. 1820-1823.-
El pronunciamiento de Riego tuvo lugar en Cabezas de San
Juan (Sevilla), donde se encontraban sus tropas esperando embarcar hacia
América para sofocar la sublevación de las colonias. Riego recibe el apoyo de
otras guarniciones militares, al tiempo que surgen juntas liberales en diversas
ciudades del país. Fernando VII, ante la imposibilidad de hacerle frente, no
tuvo más opción que convocar las Cortes, nombrar un gobierno de liberales moderados
(presidido por Argüelles) y jurar la Constitución de Cádiz (10 de marzo de 1820),
que queda restablecida. Las Cortes liberales iniciaron una importante obra
legislativa con el claro objetivo de liberalizar la economía permitiendo la
libre compra-venta de la tierra y eliminado las trabas a la industria y el
comercio para fomentar la formación de una burguesía emprendedora. Para ello abolen los gremios, los señoríos jurisdiccionales y mayorazgos, reducen el diezmo y emprenden las
reformas fiscales, del código penal que persiguen la modernización política y
administrativa del país. Para mantener el orden y defender la Constitución crearon
la Milicia Nacional.
Las reformas suscitaron la oposición de Femando VII, por lo que no
solo paralizó todas las leyes que pudo, recurriendo al derecho de veto que le
otorgaba la Constitución, sino que conspiró de forma secreta contra el gobierno
y buscó la alianza con las potencias extranjeras absolutistas para restauraran
el absolutismo. Más grave fue la oposición
de los campesinos. Las leyes del Trienio, no reconocían las aspiraciones
campesinas, como el reparto de la tierra y la rebaja de los impuestos. Los
antiguos señores eran ahora los propietarios, y los campesinos se convertían en
arrendatarios que podían ser expulsados de las tierras si no pagaban, con lo
que perdían sus tradicionales derechos sobre la tierra.
Además, el pago en moneda de las rentas
señoriales y diezmos eclesiásticos (antes en especie) hizo que los campesinos
se sintieran más pobres, pues los precios de los productos que podían vender
eran bajos y apenas podían reunir la cantidad de moneda requerida para los
nuevos impuestos.
Ante estas dificultades, los liberales se
dividieron en moderados o “doceañistas partidarios
de alcanzar un compromiso con las
antiguas clases dominantes y con el rey, para que las reformas fueran duraderas
(estaban dispuestos a reformar la Constitución, para poder establecer un Senado
aristocrático y conceder mayor poder ejecutivo al rey) y los exaltados o “veinteañistas”, que en 1822 consiguen desplazar a los moderados del poder, y exigen el cumplimiento estricto de la
Constitución de Cádiz y ven necesario acelerar las reformas y acentuar la represión sobre los absolutistas. Tuvieron especial
fuerza, entre los oficiales jóvenes, la milicia nacional, los sectores
populares urbanos, los intelectuales y la prensa.
El régimen de Trienio acabó por la
intervención extranjera de las potencias absolutistas europeas. La Santa Alianza encargó a Francia
intervenir en España para restaurar el absolutismo. En abril de 1823, unos
100.000 soldados (los Cien Mil Hijos de San Luis), ayudados por absolutistas
españoles, irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como
monarca absoluto, dando comienzo así a la Década
Absolutista u Ominosa (1823-1833).
Tras recuperar sus poderes
absolutos, Fernando VII llevó a cabo una dura
represión contra los liberales (Torrijos), al tiempo que anuló la
Constitución y caso toda la obra legislativa del Trienio. Lo único que quedó de
ésta fue la supresión de la Inquisición.
El reinado fue un caos. Se materializó
la pérdida del Imperio americano (1824), la situación económica era catastrófica. El gobierno absolutista no
podía afrontarla, pues cualquier intento de reforma económica o de Hacienda que
se propusiese era interpretada por el clero y la nobleza como un atentado
contra sus privilegios. Por lo que Fernando VII tuvo en esta década dos oposiciones. De una parte, los liberales que volvieron a formar
sociedades secretas para preparar, otra vez sin éxito, levantamientos
populares. De otra parte, los ultrarrealistas,
el sector más clerical y reaccionario de los absolutistas, que a partir de 1826
se identifica con la figura del hermano del rey, Carlos María Isidro, quien por
la falta de descendencia real estaba destinado a ser su sucesor.
Al contraer matrimonio por cuarta
vez (con María Cristina) y ante la posibilidad de que tuviera descendencia
femenina, el rey había publicado la Pragmática
Sanción de Carlos IV que derogaba la Ley
Sálica que impedía a las mujeres ser reinas. El nacimiento de Isabel y
Luisa Fernanda cerraba las puertas al trono al hermano del rey. En 1832,
aprovechando la grave enfermedad del monarca, los carlistas consiguen que
derogue la Pragmática Sanción, con lo que volvería a tener vigencia la Ley
Sálica. Pero, en contra de lo esperable, Fernando VII sobrevivió a esa
enfermedad y, una vez recuperado y consciente de la maniobra de la que había
sido víctima, destituye a los ministros y a los militares más reaccionarios,
volviendo a dar validez a la Pragmática Sanción. No era sólo una disputa acerca
de si el legítimo monarca era el tío o la sobrina, sino que se trataba de la
lucha por imponer un modelo u otro de sociedad. Alrededor de don Carlos se
agrupaban las fuerzas más partidarias del Antiguo Régimen, los defensores de la
tradición, los opuestos a cualquier forma de liberalismo. Por contra, María
Cristina comprendió que, si quería salvar el trono para su hija, debía buscar
apoyos en los sectores más cercanos al liberalismo. Nombrada regente mientras
durase la enfermedad del rey, formó un nuevo gobierno de carácter reformista,
decretó una amnistía que supuso la vuelta de 10.000 exiliados liberales y se
preparó para enfrentarse a los carlistas, lo que sucederá en cuanto muera
Fernando VII (octubre de 1833), dando lugar a la primera guerra carlista.
CONCLUSIÓN.
El reinado de Fernando VII está
considerado como uno de los más negativos de la Historia de España por ser un
rey sin criterio y por actuar de forma cambiante y oportunista. Su reinado está
oscurecido por la represión política y el intento de mantener el absolutismo,
derogando en dos ocasiones la Constitución de 1812. Durante su reinado se
produjo un continuo enfrentamiento entre dos grupos ideológicos con visiones
antagónicas: los absolutistas que defendían la tradición y los liberales que
apostaban por cambios políticos. Los tímidos intentos de reformas del reinado
fueron insuficientes e ineficaces y a su muerte dejaba vigente el problema
sucesorio que desembocará, a lo largo del siglo, en las guerras carlistas.
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