1.
INTRODUCCIÓN.
La década de los treinta fue una época de gran
agitación política provocada por la profunda crisis económica iniciada con el
Crack de 1929, cuyas consecuencias (paro y empobrecimiento de la población)
favorecieron el ascenso de las ideologías más radicales (fascismo y comunismo).
En España ese periodo coincide con una
nueva etapa política, la II República, nacida en 1931 tras la caída de la
monarquía tradicional de Alfonso XIII y en la que la radicalización política y
la inestabilidad social y económica vigentes se plasmaron en una etapa marcada
por los frecuentes cambios de gobierno, que, a pesar de realizarse
democráticamente a través de elecciones, son un reflejo de un sistema
democrático y de un sistema político republicano todavía inmaduros.
La II República nació con un fuerte apoyo
popular, pues muchos españoles tenían en el nuevo régimen puestas sus
esperanzas de progreso y modernización del país, superando los males endémicos
arrastrados desde las décadas anteriores. Sin embargo, la República acabó en un rotundo fracaso por el choque entre los intereses y mentalidades de las clases
acomodadas y de las clases populares (obreros y campesinos sin tierras) con un
frágil consenso entre ellas, por la nutrida e intransigente oposición que desde
la derecha o la izquierda se hacía al gobierno del momento, por la falta de
cultura democrática y por la fuerte conflictividad social.
2.
DESARROLLO.
2.1.
LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA.
El 14 de abril de
1931, se proclamó en España la Segunda República en un ambiente de
euforia y con la esperanza de iniciar un
cambio radical en la vida política del país tras el triunfo de los partidos
republicanos en las elecciones municipales del 12 de abril. Los partidarios
de la república ganaban en 45 de las 50 capitales de provincia, en las ciudades
importantes y en las zonas industriales y mineras. Muchos ayuntamientos, al
conocer el resultado del escrutinio, proclamaron la República. Durante las primeras horas el rey dudó, pero
viendo el desánimo de los ministros decidió abandonar el país, pero sin
renunciar a sus derechos a la corona ni el de su familia. Ni
ejército, ni fuerzas de orden público, ni administración se opusieron a que un
“gobierno en la sombra” formado por personalidades de la mayoría de los
partidos republicanos, ocupara el poder y proclamara oficialmente la Republica.
La composición del nuevo Gobierno Provisional intentó mantener el equilibrio entre las distintas fuerzas políticas progresistas dejando fuera
a la derecha monárquica, a los nacionalistas y a comunistas y anarquistas. Estaba
presidido por Niceto
Alcalá Zamora, acompañado por hombres de tendencias moderadas y
partidarios de realizar reformas por la vía democrática y legal. Para ello,
convocó elecciones constituyentes y acometieron las reformas más urgentes
mediante decretos; Así, se inició una reforma agraria con el objetivo de
mejorar la vida de los campesinos, una reforma
laboral, con la jornada de 8 horas y una reforma educativa que fomentó la creación de escuelas laicas y
más plazas de maestros. También habría que destacar el Estatuto provisional de autonomía para Cataluña.
A pesar de estas reformas, la República tuvo que afrontar una fuerte tensión social provocada
desde los primeros días. Por un lado, anarquistas y socialistas convocaron
varias huelgas y por otro, la derecha y la Iglesia que hostigaron al gobierno
desde los púlpitos y formaron un nuevo partido de cara a las elecciones: Acción
Nacional.
A pesar de las tensiones, la campaña
electoral transcurrió con bastante normalidad y el 28 de junio se celebraron
las elecciones a Cortes Constituyentes. Aunque parte de la derecha optó por no
votar y los anarquistas preconizaron la abstención, votó aproximadamente el 70%
del censo y para muchos fueron las primeras elecciones limpias de España. Dos
cosas cabe destacar de los resultados:
- La multiplicación de partidos. Desaparecería definitivamente el bipartidismo dinástico del viejo
sistema de la Restauración. Los dos partidos dinásticos (conservadores y
liberales) consiguieron pocos diputados. En su lugar, más de 20 partidos
se distribuían los escaños de los diputados. Esto representaba una
atomización del poder.
- El
triunfo de las izquierdas. Los partidos considerados de izquierdas sumaban la mayoría de los diputados de las Cortes.
Podían realizar, pues, sus reformas y proyectos. Esta victoria suponía el
respaldo popular que necesitaba el gobierno republicano, que configuró el
gobierno con una coalición PSOE – partidos republicanos. Alcalá Zamora
pasaba a presidente de la República y Manuel Azaña, presidente del
gobierno.
El 9 de diciembre de 1931 se aprueba
una nueva Constitución de 125 artículos que sustituía a la vigente de
1876. Sus características básicas son: Soberanía popular: el nuevo Estado
es una “República democrática de trabajadores de toda clase”. Extensa
declaración de derechos y libertades a todos los niveles, no solo
individuales y colectivos, sino también económicos, familiares y culturales
(matrimonio civil, divorcio, derecho a la educación y al trabajo y se contemplan
las expropiaciones). Sufragio universal para mayores de
23 años incluidas, por primera vez, las mujeres. El poder legislativo queda
en manos de unas Cortes unicamerales, renovadas cada 4 años. El poder
ejecutivo y la jefatura del Estado corresponde al presidente de la República,
elegido cada 6 años por los diputados y sometido al control de las Cortes. El poder
judicial, totalmente independiente, incluye un Tribunal de Garantías
Constitucionales como principal organismo judicial. La articulación
del Estado presenta una importante novedad: se establece la posibilidad
de que un conjunto de provincias se constituya como región autónoma mediante un
Estatuto de Autonomía, que deberá aprobarse en Cortes. Se especifican las
competencias que pueden transferirse a ellas. En cuestión religiosa se
establece la libertad de culto, se disuelven las congregaciones de sumisión
distinta al Estado (Jesuitas), se suprime el presupuesto para el clero y se
prohíbe a las congregaciones religiosas el ejercicio de la educación, la
industria y el comercio.
2.2.
EL BIENIO
REFORMISTA O SOCIAL – AZAÑISTA (1931-1933).
La gran ilusión con la que la mayoría del
pueblo español recibió a la República, le concedía a esta la responsabilidad
para solucionar los graves problemas estructurales de España continuando la
labor que ya inició el gobierno provisional. Los principales problemas que se
abordaron fueron:
§ Reforma del ejército. El estamento contaba con demasiados oficiales
en relación a la tropa y eso favorecía sus tradicionales intromisiones en la
vida política. Azaña exigió juramento de fidelidad y ofreció retirada
voluntaria con 100% del sueldo; se eliminaron algunas regiones militares y
cerró la Academia militar de Zaragoza (dirigida por Franco) para ahorrar
gastos. Los militares no aceptaron estas medidas y el levantamiento del general
Sanjurjo (“Sanjurjada) en 1932 es la prueba de este rechazo.
§ Reforma agraria. La situación de los
campesinos era muy dura pues la mayoría no eran propietarios y malvivían como
jornaleros con salarios míseros. El 50% de las tierras estaba en manos de un 1%
de propietarios latifundistas, que pagaban a un administrador para que
gestionara las tierras mientras ellos vivían en Madrid. Las soluciones vinieron
a través de la Ley de la Reforma Agraria de 1932: expropiación de tierras a los
terratenientes absentistas para adjudicarlas a los campesinos y obligación de
contratar a jornaleros de la región para evitar la contratación de esquiroles
en las huelgas. Los resultados fueron muy modestos, pues apenas se expropiaron
tierras y consecuentemente, los campesinos siguieron viviendo una situación
precaria.
§ Reforma educativa. Las cuestiones a resolver eran: el fuerte
analfabetismo (en torno al 33%), la escasez de medios físicos y humanos
(escuelas y maestros) y la intromisión de la Iglesia como estamento que
controlaba la educación. Para solucionarlos se crearon escuelas y nuevas plazas
de maestros, las misiones pedagógicas (que llevaban la educación a los medios
rurales) y campañas de divulgación cultural. Todo ello con la oposición de la
derecha y la Iglesia que perdía el control educativo.
§ Reforma del centralismo: Las autonomías. En Cataluña, tras la aprobación
del Estatuto provisional en referéndum, Azaña luchó por su aprobación en
Cortes. Pese a la oposición de la derecha y los centralistas, se aprobó en
agosto de 1932 bajo el principio de la integridad del Estado español y lejos de
cualquier federalismo. Francesc Maciá fue el primer presidente de la
Generalitat. En el País Vasco, el PNV y los carlistas habían llegado a un
acuerdo sobre un proyecto de estatuto (Estatuto de Estella, junio de 1931),
pero la salida de Navarra y la debilidad nacionalista en Álava, impidieron su
aprobación hasta 1936, en plena Guerra Civil, cuando se aprueba para mantener
al País Vasco adicto a la Republica. J. Antonio Aguirre fue el primer
lendakari. En Galicia donde la conciencia nacionalista era menor, el
Estatuto no se aprueba por el estallido de la guerra y por el control sublevado
de la zona. En otras regiones como Valencia, Andalucía o Aragón pasó lo mismo.
§ Reforma religiosa. El problema era la intromisión del estamento
en la vida política gracias a su poder económico, educativo y su influencia en
la sociedad. La república aplicó la separación Iglesia – Estado y la
Constitución estableció la aconfesionalidad y la libertad de culto; lo que
favoreció asaltos y altercados contra el estamento y grupos afines (como el
diario ABC).
La oposición al gobierno llegó desde 2
frentes. Por un lado, la izquierda radical, dirigida por Lerroux, que se opuso
a las reformas del gobierno por considerarlas insuficientes y que encontró el
apoyo en otros sectores izquierdistas como las patronales, el sindicato CNT y
el PCE. Por otro lado, estaba la oposición de la derecha, que centró sus
protestas contra las reformas agraria, de la Iglesia y los Estatutos. El
intento golpista de Sanjurjo, los sucesos de Casas Viejas y Castiblanco en los
que los campesinos descontentos fueron duramente reprimidos y la pérdida de
confianza de algunos grupos de izquierdas en el gobierno (no salió adelante la
votación en Cortes para el Tribunal de Garantías Constitucionales), provocó la
dimisión de Azaña y la convocatoria de elecciones en 1933.
2.3.
EL BIENIO
CONSERVADOR O RADICAL – CEDISTA (NOVIEMBRE 1933 A FEBRERO DE 1936).
La derecha se organizó
en torno a un nuevo partido, la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas) cuyo programa era contrario a las
reformas de Azaña; lo que le dio el apoyo de la Iglesia. El desgaste del
gobierno republicano, la conflictividad social, la falta de unión de la
izquierda, el voto femenino y la elevada abstención de los obreros fomentada
por la CNT, dieron lugar al triunfo de la derecha, la CEDA partido más votado y
del centro, el Partido Republicano
Radical de Lerroux. Ambos partidos iniciaron una coalición parlamentaria:
Lerroux sería presidente, pero se comprometía a llevar a cabo el “programa rectificador” de la CEDA que consistía
en rectificar todas las reformas del bienio anterior. Así, se paralizaron la
reforma agraria (fin del reparto de tierras y libertad de contratación y
salarios), la militar (amnistía para los implicados en el intento de golpe de
Sanjurjo y ascenso a puestos clave de los generales anti republicanos como
Franco o Mola), la educativa y religiosa (vuelta a la financiación a la Iglesia
católica, freno a la secularización de la enseñanza y prohibición de colegios
mixtos) y la autonómica (bloqueo al Estatuto vasco y férreo control del
catalán).
El viraje conservador hizo que una parte de la izquierda se
radicalizara (PSOE y UGT) en busca de una reforma social liderada por Largo
Caballero; por otro lado, el sector más moderado quería salvaguardar la
república para afianzar las reformas. Las huelgas y conflictividad social
llevaron a la CEDA a exigir mayor participación en el gobierno y Lerroux nombró
3 ministros del partido. Esta decisión provocó la revolución de 1934, pues la
izquierda temía un giro hacia la extrema derecha similar al que había sucedido
en Alemania con Hitler un año antes.
Los socialistas declararon
una huelga general en toda España, que fue seguida masivamente en Asturias, el
País Vasco y Cataluña. Al mismo tiempo, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de una República Federal Española. El
Gobierno declaró el estado de guerra y, tras violentos combates callejeros, el
Ejército consiguió dominar la situación en Cataluña, cuyo Estatuto fue
derogado. En Asturias tuvieron lugar los sucesos más graves. Las fuerzas
obreras, en especial los mineros, con gran violencia asaltaron cuarteles e
iglesias, ocuparon fábricas de armas y proclamaron el comunismo. La represión
corrió a cargo del Ejército en una operación dirigida por el general Francisco
Franco. La rebelión se saldó con cerca de 1.500 muertos y más de 30.000
encarcelados.
La consecuencia
principal de esta rebelión fue que el gobierno empezó a quedarse solo pues la
izquierda se unificó en el Frente Popular para hacerle frente y la ultraderecha
(Falange de las JONS) también por considerarla demasiado moderada. El gobierno
se endureció y Gil Robles pasó a ser ministro de guerra y se rodeó de militares
para evitar otra revuelta. Finalmente, en 1935, el escándalo de Estraperlo
(soborno de altos cargos a cambio de una autorización para introducir máquinas
de juego trucadas en los casinos) acabó con el gobierno que no llegó a la
votación en Cortes de la modificación de la Constitución. Lerroux pedía la
dimisión y un breve gobierno provisional convocaba elecciones para febrero de
1936.
2.4.
EL FRENTE POPULAR
(FEBRERO A JULIO DE 1936).
Durante la campaña electoral, el país tomó
conciencia de lo que se ponía en juego en las elecciones, ya que se enfrentaban
dos grandes bloques ideológicos polarizados: la derecha, agrupada en torno al Bloque Nacional, con la CEDA pero sin
Falange ni PNV que no veían clara la ideología de este bloque. Y la izquierda
unida en el llamado Frente Popular
(republicanos, socialistas, comunistas y UGT) con el objetivo común de
restablecer el bienio reformista. El Frente Popular
ganó las elecciones (263 escaños) gracias a su triunfo en las grandes ciudades
y las provincias del sur y la periferia. Mientras, la derecha dividida y desmoralizada por la mala
gestión de su bienio y minada por los escándalos de corrupción del gobierno de
Lerroux, perdía (133 escaños). El centro pasaba a un claro segundo plano por la
polarización (77 escaños). Si se contempla el número de escaños, la derrota de
la derecha fue estrepitosa, aunque no tanto
si nos fijamos en el porcentaje de los votos emitidos: 34,5 % para el Frente Popular, 32 %
para las derechas y 5,5 % para las formaciones de centro; lo que indica la
polarización de la sociedad española.
El gobierno, dirigido por Casares
Quiroga y con Azaña de presidente, repitió el modelo de 1931, un gobierno
moderado formado exclusivamente por republicanos de izquierda y sin socialistas
que decretó una amplia
amnistía y empezó a reponer en sus puestos a los expulsados durante la
revolución de 1934, restableció el Estatuto catalán (y proyectó el vasco y el
gallego), envió a los generales más sospechosos a puestos alejados de Madrid y
distantes entre sí y reanudó la reforma agraria provocando fuertes conflictos
entre jornaleros y terratenientes apoyados por la Guardia Civil. El progresivo
deterioro del orden público (huelgas, manifestaciones violentas, ocupaciones de
fincas agrarias por parte de jornaleros, atentados políticos, quema de iglesias
y conventos) marca los meses que van de febrero a julio de 1936, a pesar de los
infructuosos intentos del Gobierno por frenar los excesos de las organizaciones
obreras y de las bandas fascistas y porque, en definitiva, se respetara la
legalidad. El clima de tensión y de violencia generalizada se agrava por los
intensos rumores de preparativos de golpe de estado por parte del sector
derechista del Ejército que preparaba un alzamiento para restablecer el orden.
El general Mola dirigió el plan: había que organizar un pronunciamiento
simultáneo en todas las guarniciones militares posibles incluido el ejército de
África, el mejor preparado y bajo el mando de Franco. El jefe supremo sería
Sanjurjo, respaldado por todos los mandos militares y con la ayuda de la
derecha (incluidos carlistas y falangistas) y de Italia, tenían que
desenvolverse violentamente contra la izquierda para lograr una victoria
rápida. El asesinato del líder
derechista Calvo Sotelo fue el detonante y el 17 de julio se produce el golpe
de Estado que fracasa por la indecisión de muchos mandos militares a apoyar el
golpe y porque las masas salieron en defensa de la república; lo que dio lugar
a la Guerra Civil.
3.
CONCLUSIÓN.
El primer intento reformista republicano no duró
más de dos años debido a diferentes causas. Un programa de reformas tan amplio
era difícil que consiguiera resultados en tan poco tiempo. Así, la
precipitación hizo que la puesta en marcha de las reformas fuera deficiente y
trajo consigo la falta de apoyos. Por otro lado, la postura antirreligiosa de
la república tuvo como consecuencia el enfrentamiento de amplios sectores de la
sociedad. A pesar de todo, el contenido del texto constitucional y de las leyes
aprobadas fue muy innovador. Algunas de las novedades principales fueron el
reconocimiento del voto femenino, la creación de las autonomías, la reforma de
la propiedad agraria, la supresión de los privilegios del clero, las medidas de
protección socio- laboral y los cambios educativos.
Ni el triunfo de la derecha ni el posterior triunfo
de la izquierda sirvieron para calmar la tensa situación que se vivía en
España. Se fueron radicalizando las posturas hasta que el pronunciamiento
militar desencadenó la Guerra civil. Este enfrentamiento de ideas fue consecuencia
de los hechos que ocurrieron en España y de las tensiones que se vivían a nivel
mundial. Por otro lado, el clima de aperturismo durante la republica generó una
etapa muy brillante a nivel intelectual.
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