domingo, 4 de abril de 2021

Oposición Geografía e Historia. Anexos teóricos. Tema 22: Proceso de hominización y cultura material. La aportación de la Antropología Histórica. Anexos sobre Arqueobotánica.

Oposición Geografía e Historia. Anexos teóricos. Tema 22: Proceso de hominización y cultura material. La aportación de la Antropología Histórica. Anexos sobre Arqueobotánica. 

Hemos de tener presente que el concepto de hominización es un concepto amplio, en él se incluye el proceso evolutivo que dio lugar a la aparición del género Homo, así como la evolución cultural que le acompaña, ya que amplia su capacidad de adaptación al medio superando sus límites biológicos.  Entender las causas, los mecanismos y las etapas de este proceso es una tarea ardua de la que hasta hace poco se ocupaba la Antropología Histórica ayudada por numerosas disciplinas auxiliares, ciencias que han ido ampliándose e incorporando nuevos mecanismos de investigación. Esa es la razón por las que os incluye el presente anexo. Se trata de leerlo y si es posible, incluir alguna breve referencia en vuestro tema 22. 

ARQUEOBOTÁNICA

LA ARQUEOBOTANICA EN CUEVAS Y ABRIGOS: OBJETIVOS Y METODOS DE MUESTREO

El interés por los restos vegetales,  no surgirá con fuerza hasta el siglo XIX, y no será hasta una fecha reciente cuando este tipo de  análisis se empiece a utilizar en  la Arqueología. El término Etnobotánica apa­reció por primera vez en Estados Unidos, en un artículo anónimo publicado por el Philadelphia Evening Telegram.  Este articulo hacía referencia a un discurso pronunciado por el profesor J.W. Harshberger, botánico y agro-botánico e inventor de dicho término. Al año siguiente, Harshberger, plasmaba en tres artículos la idea que tenia sobre el campo propio de su etnobotánica.

 En 1941, Jones definió el término "etnobotánica" como "el estudio de la interrelación del hombre primitivo y las plantas". Unos años des­pués, Helbaek (1959) acuñó la voz Paleoetnobotani­ca que se aplica a la investigación sobre las relacio­nes del hombre pre y protohistórico con su entorno florístico. Para Renfrew, "la Paleoetnobo­tanica se define como el estudio de los restos de plantas cultivadas o utilizadas por el hombre en tiempos antiguos, las cuales han perdurado en con­textos arqueológicos". Ahora bien, el término Paleo­etnobotanica es más amplio, ya que etimológica­mente abarca el estudio de todos los restos vegetales en relación a los seres humanos del pasa­do, no obstante, algunas escuelas, concretamente la inglesa, holandesa y alemana, reservan el término Paleoetnobotanica casi exclusivamente para el es­tudio de semillas y frutos en las sociedades agrícolas, salvo en Francia donde ha surgido el neologismo Paleocarpología para definir este tipo de estudios.

El térmi­no Arqueobotánica, presenta un significado más aglutinador  definiéndose como una rama de la Paleobotánica encargada del estudio de los restos vegetales extraídos de contextos arqueológicos o naturales (Greig 1989). La Arqueobotánica incluye los análisis realizados en depósitos naturales (turbe­ras, lagos, fondo marino, etc.) y que pueden corre­lacionarse con los obtenidos en yacimientos ar­queológicos por medio de fechas radiométricas o relativas. La Arqueobotánica incluye el estudio de los microrrestos (polen, esporas, fotolitos, etc.) y de los macrorrestos (carbón, madera, semillas, hojas, fibras, etc.). Su finalidad es buscar el componente vegetal sedimentario en los yacimientos del pasado, empleando para ello distintos métodos de análisis. A esta ciencia le interesan las transformacio­nes del entorno de los yacimientos arqueológicos, así como la gestión y uso de los vegetales por parte de las sociedades humanas. Transformaciones de­bidas a factores naturales, físicos-químicos, o a la acción de los grupos humanos, que de forma voluntaria o no, han modelado el aspecto del territorio y muy en particular a partir de la introducción de las técnicas agrícolas. El análisis arqueobotánico no tiene sentido si no se integra en una visión más amplia: el paisaje.

La combustión es un factor que ayuda a la conservación de los restos vegetales, todas las partes de las plantas tienen propiedades combustibles, en mayor o menor medida. La combustión llevada a su extremo produce gas, vapor de agua y cenizas. En ese proceso se pueden distin­guir cuatro fases sucesivas, según el aumento de la temperatura: la deshidratación, la torrefacción, la pirolisis o carbonización y la carburación.

Las propiedades combustibles de la madera de­penden de cuatro factores: tasa de humedad que contenga, la especie vegetal de la que procede,  el estado de conservación de la madera  y el calibre. De todos ellos, tal vez lo más determinantes sean la tasa de humedad y el calibre.

La mayor parte de los restos botánicos recuperados en las cuevas o abrigos están carbonizados, para las semillas el proceso debe parar en la torrefacción y para la madera en la pirolisis. Excepcionalmente se encuentran restos sin carbonizar, en contextos de sequedad o humedad extremas, don­de los procesos de descomposición de los órganos vegetales no pueden actuar.     

A lo largo del desarrollo histórico de la arqueobotá­nica se ha ido forjando un método riguroso de reco­gida del material en el yacimiento, así como del tratamiento de los datos en el laboratorio, todo ello con la finalidad de mejorar la interpretación. Los res­tos arqueológicos siempre son parciales, ya que re­presentan una parte de lo que se utilizó. De esa part­e suelen conservarse los más resistentes o los que se han depositado en un contexto que facilita su conservación. De la parte conservada, no siempre se excava todo, por tanto la parte recuperada deber ser representativa del conjunto.

El contexto arqueológico don­de se hallan los restos es de capital importancia para la posterior interpretación.  Los macrorrestos vegetales se muestrean y recogen en el proceso de excavación, el especialista debe estar integrado en el equipo, para poder participar en los problemas planteados y soluciones adoptadas.

La recogida se hace por separado ya que se obtie­nen resultados diferentes en cada caso. Describire­mos las situaciones más frecuentes de como se en­cuentran los restos y lo más apropiado para su recuperación en cada caso.

Los grupos humanos utilizan las formaciones vege­tales o las plantas cultivadas con distintas finalida­des, provisión de leña, madera, frutos, cosechas, etc. y la transportan al lugar donde la usan o consu­men. Allí puede quedar sedimentada de dos formas: 1) asociados directamente a estructuras arqueológi­cas 2) dispersos por los sedimentos.

Los macrorrestos vegetales se pueden encontrar dispersos en los sedimentos de estratos, nivel de ocupación, de abandono, etc. Normalmente, refle­jan procesos de larga duración. En esos contextos, los macrorrestos se depositan siguiendo los procesos de posicionales y postdeposicionales, como el resto del material arqueológico. En relación a los carbones, estos conjuntos son los más apropiados para hacer una interpretación ecológica a partir de ellos, ya que son el resultado de los fuegos domésticos en un periodo más a menos largo, pero siempre mayor que un hogar. Las semillas pueden proporcionar una amplia diversidad de in­formación ya que pudieron incorporarse al sedi­mento procedentes de las plantas del entorno in­mediato de la cueva por simple gravedad, o bien de zonas más lejanas coma consecuencia del transporte, intencionado o no, caso de las especies epizoocoras y endozoocoras, y realizado por animales que accedieran a la cueva o por los propios humanos.

El muestreo del material disperso siempre se reali­zará por el cribado o flotación de un volumen de tie­rras significativo y en relación con la unidad estratigráfica de origen.  En esos contextos, nunca se deben recoger los res­tos manualmente en el proceso de la excavación; ya que, de ese modo, se facilita la recogida de lo que se "ve" y se desprecian aquellos fragmentos de carbón o semillas de pequeñas dimensiones. La muestra de cada categoría de restos, etiquetada convenientemente, será el conjunto de restos recu­perado en una unidad estratigráfica, así carbones, semillas, peces, etc. Los efectivos de la muestra estarán en relación con la riqueza de origen; es decir, habrá muestras con miles de efectivos (numero de restos por categorías), con unos pocos efectivos o serán estériles.

Todo material carbonoso extraído de un yacimiento arqueológico tiene un grado de humedad en función de las condiciones de cada yacimiento, por tanto, se debe so­meter a un proceso de secado, paulatino para que no se resquebraje el material.

En las cuevas o abrigos las estructuras más fre­cuentes son hogares, fosas, tumbas, etc. Estas representan acontecimientos breves en el tiempo, en ellas se puede encontrar carbón, semillas, fibras, te­jidos, etc. Normalmente ofrecen poca diversidad de especies en el caso de los carbones, aunque pue­den aportar una muestra variada de frutos y semillas. Pueden ser complementarios de los resultados obtenidos en el material disperso y supuestamente contemporáneo. En el caso de los hogares se observa los criterios de selección de la leña para el fuego, es decir, si es una elección selectiva u opor­tunista, el tiempo de utilización de la estructura, los restos de alimentos vegetales carboniza­dos. etc. Los silos, o recipientes de almacenamiento darán una información sobre la disponibilidad y di­versidad de los alimentos vegetales. La superficie de muestreo es la estructura arqueoló­gica.

El material de construcción, normalmente, ha sido objeto de una fuerte selección en función de sus cualidades técnicas y mecánicas. En el caso de vi­gas a postes para construcciones, se puede saber en qué época del año ha sido cortada la madera, que especies seleccionan, que edad y diámetro tenían los árboles cortados. En periodos históricos existe un comercio a larga distancia y la madera apreciada puede proceder de  lugares lejanos de donde se halla, esto se debe te­ner en consideración en la interpretación de los datos. El muestreo de la madera de construcción debe ser  manual, individual y bien acotado cada elemento sobre el plano, para poder hacer una reconstrucción posterior.

Las armas, los útiles y enseres de madera son poco frecuente en los yacimientos arqueológicos. No obstante, a veces quedan carbonizados en los nive­les de incendio a conservados en medios excepcio­nales. Su rareza hace que este material sea de gran importancia para conocer las herramientas, armas, mangos, objetos simbólicos y otros elementos del pasado realizados en madera. En estos casos, la muestra es individual, es decir, cada objeto es una muestra, se recupera en su to­talidad con todos los referentes de origen.

Esta diversidad de formas de encontrar los restos vegetales, más los diferentes métodos de excava­ción arqueológica justifican la presencia y participación de los especialistas en las labores de campo, dado que los recursos económicos destinados a la Arqueología son frecuentemente reducidos, es muy conveniente establecer desde el principio de la excavación un protocolo de muestreo que resulte útil para recuperar un amplio conjunto de restos (car­bón, semillas, peces, microfauna, etc.), ya que de esta forma se rentabiliza tiempo y esfuerzo.

La identificación botánica se hace en cada uno de los fragmentos de carbón. El rango de identificación alcanzado puede ser desde grupo (angiosperma, gimnosperma) hasta la especie, esto depende en gran medida del tamaño de los fragmentos del carbón, del estado de conservación, de las dificultades anatómicas de ciertas familias, géneros y especies, así como de nuestros propios conocimientos sobre la flora de una región determinada.

El número de restos recuperado en cada unidad estratigráfica depende de la riqueza de origen, que, evidentemente, está relacionada con las activida­des humanas que represente la unidad estratigráfica. Por ello podemos decir, que el número de restos varía mucho de unos niveles a otros, también de unos yacimientos a otros e incluso entre regiones. Esta variabilidad esta en directa relación con el tipo de actividad y la intensidad de la ocupación humana desarrollada en cada momento y en algunos casos con los procesos postdeposicionales que han sufri­do los materiales.

En un estudio antracológico, para obtener datos fiables, se debe analizar una cantidad de carbones representativa de cada unidad de muestreo. Esa cantidad o número mínima de carbones se define mediante el empleo de curvas esfuerzo-rendimiento. En ellas aparece el número de taxa identi­ficados en función del número de fragmentos de carbón analizados anatómicamente. Se recomienda tamizar el volumen de tierra necesario para obtener del orden de 200 a 500 fragmentos de carbón por unidad estratigráfica, ya que se ha demostrado, rei­teradas veces, que la franja más representativa de la flora sedimentada está entre 200 y 500 fragmen­tos de carbón analizados. Posteriormente, cada muestra recibirá el tratamiento estadístico más oportuno. La presentación de los resultados puede adoptar variadas formas: diagramas, histogramas, cuadros, esquemas, etc. La interpretación estará directamente relacionada con el contexto arqueológico del que procedan los carbones y con las preguntas que se planteen: ecológicas, etnológicas, dendrológicas, alteración de la madera, etc.

Igual que ocurre con los carbones, las identificaciones se realizan sobre la base de los elementos individuales. La identificación se realiza con el máximo grado de detalle que permita la calidad y el estado de con­servación de los restos y las peculiaridades de la ta­xonomía del grupo en concreto.

En algunos casos, el conocimiento de la flora de la región y de los ma­teriales vegetales recuperados en contextos simila­res ayuda mucho a precisar la identificación de los restos, aunque siempre cabe el incluir un apartado con los no identificados, c1asificados por la morfología y acompañados de una ilustración adecuada.

En el caso de análisis de macrorrestos, estos nos pueden ayudar a resolver proble­mas de capital importancia para la interpretación ar­queológica o paleoecologica. Esta secuencia de análisis tiene muchas ventajas: a) primero, sabemos que especie o género vegetal se data y con la fecha obtenida seguir su historia y presencia en una región dada. b) segundo, porque se pueden evitar contaminaciones con material más moderno o más antiguo que el nivel que queramos fechar y c) tercero, indirectamente se data el contexto arqueológico de donde procede el taxon vegetal datado. La única fecha directa es la obtenida en el material datado, carbón, semilla, etc., transferir esa fecha a su contexto arqueológico, siempre conlleva riesgos.

MUESTREO ARQUEOBOTANICO DE YACIMIENTOS AL AIRE LIBRE Y EN MEDIO SECO

Los macrorrestos vegetales más frecuentes en los yacimientos arqueológicos son esencialmente los carbones vegetales y los carporrestos (semillas y frutos), sin embargo, otras partes de las plantas (como tallos, raíces. Hojas, bulbos o rizomas) pue­den también conservarse y documentarse. En un medio seco el principal agente responsable de la conservación de los macrorrestos es la carboniza­ción. A su vez, existe un segundo modo de conservación, la mineralización. Finalmente, también se pueden documentar macrorrestos vegetales embebidos de agua en medios húmedos o momificados en medios áridos, pero no son tan frecuentes como las primeras formas de conservación ya citadas.

 Los microrrestos o microresiduos vegeta­les estudiados en yacimientos arqueológicos son principalmente granos de polen y esporas, frústulas de diatomeas, microcarbones,  fotolitos, gránulos de almidón, parénqui­ma, pigmentos y lípidos. Todos ellos, residuos, conservado generalmente por factores tafonómicos.

El tipo de conservación de los restos, y la utilización que se les dio, van a influenciar en gran medida los contextos arqueológicos susceptibles de contener restos vegetales y, por consiguiente, de ser objeto de muestreo. De modo que entre todos los tipos de yacimientos posibles tanto de larga o corta ocupación, serán donde encontremos mayor número de restos vegetales.

 En cuanto a la recogida de muestras y el tratamiento de los macrorrestos, cabe destacar que la recuperación sistemática y científica de los ma­crorrestos vegetales (carbones, semillas, frutos y otras materias vegetales) que se conservan en los niveles arqueológicos es, sin duda, uno de los prin­cipales problemas a resolver por el arqueobotánico, aunque no el único. La colaboración entre arqueobotánico y arqueólogo, se hace imprescindible durante el desarrollo de la excavación, ya que su colaboración puede ayudar a:

- establecer la diferenciación entre los macrorrestos proce­dentes de los diferentes niveles arqueológicos (ocu­pación, derrumbe, arrastre…) y la determinación de los macrorrestos procedentes de ciertas estructu­ras, como techos, postes, etc.,

- definir la elección del método de recuperación de los macrorrestos vegetales de los sedimentos arqueo­1ógicos, que dependerá, en primer lugar, de las caracte­rísticas de estos y de la naturaleza de los sedimen­tos en los que están inmersos.

Cabe destacar la importancia de la recogida de muestras arqueobotánicas, los métodos existentes son múltiples: la recogida fortuita o puntual, la recogida de la totalidad del sedimento excavado, la recogida localizada, el mues­treo a intervalos, el muestreo probabilístico o aleatorio, la recogida de un volumen constante, las muestras estimativas ...

Todos estos métodos, excepto el primero, pueden considerarse sistemáticos ya que intentan acercar­se a la población real de macrorrestos conservados en un yacimiento. Una vez desestimada la posibilidad de tratar la totalidad del sedi­mento de una intervención arqueológica, la utilización del muestreo es casi obligada en todas las etapas de la investigación arqueológica. La elección de la muestra debe ser una parte integral de la excavación, y para ello varios aspectos han de ser to­mados en cuenta como son: el tamaño que debe tener la muestra, utilización de técnicas probabilísticas, con el fin de evitar todo tipo de sesgo personal, tener en cuenta las consideraciones de tipo pragmático al tomar una decisión sobre el procedimiento de muestreo, aunque estas no deben ser los determinantes primarios del procedimiento ni deben sesgar la muestra.

Dado que no todos los tipos de muestreos tienen el mismo grado de fiabilidad, es recomendable la combinación de dos o más métodos.

La muestra-test que utilizaremos para llevar a cabo los primeros estudios de los restos vegetales en un yacimiento, nos puede dar tres tipos de resultados: test nulo, si la muestra no proporciona ningún macrorresto; test negativo, si la muestra contiene el material pero no se considera necesario aumentar el volumen; test positivo, la cantidad de restos recomienda la intensificación del muestreo.

Independientemente del tipo de muestreo que se utilice, tanto si la muestra es estimativa como si no, sobre un plano espacial una misma unidad estrati­gráfica puede ser recogida de diversa manera:

muestras dispersas: se recoge el sedimento de forma dispersa por toda la unidad estratigráfica a ni­vel, tanto en su extensión como en su potencia, de manera que la muestra sea representativa del con­junto. Se utiliza generalmente en el muestreo de re­llenos a niveles de suelo. La totalidad de las mues­tras-test pertenecen a este tipo.

muestras concentradas: es el muestreo del sedi­mento que contiene una concentración de restos carbonizados dentro de un nivel concreto. No representaría todo el estrato sino un hecho puntual, que por otro lado, no tiene bastante entidad como para ser considerado como una unidad estratigráfica propia. Puede tratarse, por ejemplo, de una mancha de carbones en un pavimento.

muestras aisladas: son restos que se encuentran de manera aislada, como por ejemplo frutos de tamaño suficiente que permite verlos a simple vista (como las bellotas o los huesos de melocotón) o carbones de gran tamaño. Suelen ser recogidos di­rectamente por el excavador.

muestras totales: se recoge la totalidad del sedi­mento, generalmente, como hemos visto, en unida­des estratigráficas que pertenecen o están en relación con estructuras o artefactos.

La importancia de documentar el tipo de muestra viene dada sobre todo por la implicación que tiene en el momento de interpretar los datos proporcio­nados por los restos. Un conjunto de material dis­perso por un suelo se ha de interpretar de diferente manera que otro en relación con una estructura de combustión o acumulado como basura en un espa­cio abierto.

Por otro lado, es muy difícil conocer el volumen óp­timo de muestra que permita realizar un muestreo con la seguridad de recuperar el mayor número de restos. La experimentación en algunos yacimientos demuestra que un volumen constante no refleja la realidad de cada muestra, mientras que la valora­ción de los resultados de un test en cada una de ellas permite actuar según sus características.

En cuanto al tratamiento de las muestras de macrorrestos, se pueden utilizar diversos métodos. De la misma manera que sucede en la recogida de muestras.

Algunos de los métodos más comunes son:

- Recuperación directa en la excavación: se puede realizar de manera puntual, con el instrumental adecuado, sobre todo con restos muy frágiles que necesitan una conservación in situ.

- Tamizado en seco en el yacimiento: como el que se utiliza para recuperar pequeños objetos. Proporciona resultados muy parciales, ya que no permite recuperar los restos de pequeño tamaño, que pa­san a través de los tamices a causa del elevado tamaño de luz de malla que se utiliza normalmente

- Selección en el laboratorio del sedimento seco: este sería el mejor método en cuanto a la conservación de los restos ya que no sufren ningún tipo de manipulación. Sin embargo, presenta diversas des­ventajas, como que los restos de pequeño tamaño son muy difíciles de individualizar a causa del sedi­mento que los esconde o que se seleccionan en una sola vez los restos de todos los tamaños, cosa que dificulta y hace más pesada la selección.

- Cribado con agua en columna de tamices: los tra­tamientos con agua, se presentan como los métodos más propicios. El tamizado en columna permite recuperar to­dos los restos que contiene la muestra, pero pre­senta el inconveniente de ser un poco violento, por lo que se recomienda humidificar el sedimento pre­viamente. Es el apropiado para muestras menores o iguales a 20 litros y por tanto es el más utilizado para el tratamiento de muestras-test.

- Flotación manual: el método de flotación se basa en la particularidad de que el material carbonizado es menos denso que el agua y por tanto flota. De esta manera, se sumerge el sedimento en agua y se recuperan los restos que flotan. Es un método rápido y facilita la selección posterior. Es rentable para volúmenes de sedimento reducidos, pero no para grandes cantidades de tierra.

- Flotación asistida por maquina de flotación: se basa en el mismo principio que la flotación manual, pero utiliza una cuba y un sistema de remoción que permite tratar grandes volúmenes de sedimento, con lo cual se convierte en el sistema más recomendable.

Sea cual fuere el método de tamizado utilizado, es muy importante el tipo de criba que se utilice. Se pueden usar de diversos tamaños de luz de malla, lo cual tiene una incidencia directa en el tamaño de los macrorrestos que se recuperaran y, por lo tanto, en la representación de los diversos restos, así como de los géneros o las especies, que corresponden por medida, sobre todo los de pequeñas dimensio­nes.

Para la recogida de muestras y el tratamiento de los microrrestos, se deben de tener en cuenta ciertas normas generales. Se recomienda utilizar contenedores estériles que no puedan contaminar la muestra y evitar al máximo el contacto directo con las manos. Se recomienda el envase de cristal o como substitu­tivo el papel de aluminio, para su conservación y transporte al laboratorio. En el caso de envases plásticos no deben tener phtalatos (PVC). No se pueden emplear bolsas de papel o cartón, dado que las fibras o residuos presentes en ellas pue­den contaminar la muestra. Del mismo modo se tiene que evitar el uso de algodón o fibras simila­res usadas como protectores especialmente en contacto directo con el objeto de estudio, para su traslado al laboratorio y/o su almacenamiento. Es aconsejable colorear las muestras en un lugar fres­co y seco y con un envoltorio rígido. En relación con el etiquetado, se recomienda la senalización externa del envoltorio con rotulador permanente; se debe evitar cualquier tipo de etiquetaje directo y sigla en contacto con el material a analizar. En el caso de muestras de instrumentos, el material no se ha de lavar y en la recogida se debe procurar que conserve restos de sedimento adheridos. La identificación del material se debe realizar de for­ma externa. Tras estas consideraciones, la estrategia de mues­treo puede presentar ciertas variaciones. En este sentido podemos diferenciar:

Sedimentos: En esta categoría se engloban las muestras de se­dimento procedentes de las columnas estratigráficas, áreas de actividad, estructuras de combustión, depósitos, balsas, letrinas, enterramientos, etc., siendo necesario recuperar unos 50 gr. Es necesario realizar una limpieza previa del instru­mento utilizado para el muestreo, por cada toma, para no introducir partículas exógenas.

Inclusiones en materiales: El empleo de productos y subproductos vegetales como inclusiones en material constructivo (tapial, adobes, etc.) y cerámicas puede identificarse me­diante el análisis de las improntas o de los residuos de las propias inclusiones.

Instrumentos: Si la muestra a estudiar corresponde a un instru­mento elaborado en material lígneo, lítico, óseo, cerámico o metálico, es indispensable no lavar la pie­za ni manipularla. Es aconsejable que los elementos se coloquen de forma individualizada en contene­dores estériles, identificando el material de forma externa y tomando siempre una o varias muestras de control del sedimento en contacto.

Material lítico: la metodología para el muestreo de este tipo de instrumentos se diferencia según se trate de material microlítico o macrolítico.

En el caso de material microlítico se puede proce­der a la observación directa de la pieza mediante el uso de un microscopio. En el caso del material macrolítico, los estudios efectuados se han centrado especialmente en moli­nos y morteros y se realiza por extracción de los re­siduos incorporados en los intersticios de la superfi­cie activa. El muestreo realizado es local.

- Cerámicas: en este tipo de artefactos diferenciaremos el tipo de muestreo según si el residuo conser­vado esta carbonizado o no. En el caso de material carbonizado se recomienda embalarlo de forma la más segura posible para su traslado al laboratorio. Suele ser frecuente en el caso de bases de cerámica de cocina.

A la hora de estudiar restos humanos y animales, cabe destacar dos grandes grupos: los inhumados y los incinerados.

Enterramientos de inhumación: los elementos estu­diados procedentes de esta modalidad funeraria co­rresponden esencialmente al cálculo dental, a los fotolitos asociadas a estrías dentarias y/o clavados en el esmalte y a los restos fecales.

- Calculo dental: el muestreo debe efectuarse pro­curando no provocar ningún tipo de alteraciones en la superficie del esmalte que pudieran repercutir en otros estudios, como el análisis de las estriacio­nes dentarias. La extracción se realiza can instru­mental de laboratorio, depositándose en un conte­nedor estéril de cristal o envuelto en papel de aluminio.

- Fotolitos asociados a estrías dentarias y/o clavadas en el esmalte: el muestreo del material dentario utilizado para este tipo de análisis está totalmente condicionado al estudio de las estrías dentarias. La observación del esmalte dentario por microscopia electrónica de barrido revela, en algunos casos, di­ferentes restos asociadas directamente a la formación de una estría, entre los que son frecuentes los silicofitolitos.

- Restos recales: las deposiciones fecales post-mortem se detectan en enterramientos en los que transcurre poco tiempo entre la muerte y la de­posición del cadáver, especialmente en zonas ari­as. Por otro lado, en algunas ocasiones  los restos fecales humanos y animales pueden aparecer concentrados en áreas de defecación comunales o incorporados en estructuras de combustión. Las muestras deben recuperarse y colocarse en contenedores individualizados y rígidos que contribuyan su preservación.

- Sedimento en tomo al cadáver: el muestreo de se­dimento en torno al cadáver puede aportar informa­ción sobre el ritual y sobre las posibles ofrendas que componían el ajuar.

Enterramientos de incineración: las muestras proce­dentes de enterramientos de cremación presentan una problemática especial vinculada con el tratamiento previo y la exposición al fuego de los cadáveres. Las urnas cinerarias constituyen los elemen­tos objeto de estudio. En el caso de las piezas dentales, el fuego incide sobre el esmalte presen­tando alteraciones y, por lo general, desprendimien­to del cálculo dental. Las cenizas suelen ofrecer una información sobre el combustible empleado para las piras rituales.

La metodología empleada para la identificación de residuos se centra en el estudio combinado de dife­rentes técnicas que se aplican según las características del residuo: para restos visibles microscópica­mente se efectúa la observación microscópica combinada en lupa binocular, microscopia óptica con nicoles cruzados y microscopia electrónica de barrido con microanalizador de rayos X (EDS) incor­porado; mientras que para los compuestos orgánicos de origen vegetal se aplica la técnica combinada de cromatografía de gases/espectrometría de masas, la espectroscopia de infrarrojos transforma­da de Fourier o la cromatografía liquida de alta pre­sión.

Una vez recogidos los datos de las muestras arqueobotánicas, estos deben ser puestos en una ficha. Es imprescindible que los datos sean consignados por la persona que han realizado las distintas etapas desde su recogida en el terreno hasta su selección y almacenaje de los restos. Existen una serie de datos que deben contemplarse siempre.

 El primer bloque de la ficha hace referencia a los datos sobre la localización o el contexto arqueológico de la muestra: La importancia de este apartado radica en poder situar la muestra en el espacio y en el tiempo. En el segundo bloque se presentan los datos relati­vos a la recogida y al tratamiento de la muestra. El tercer bloque contempla la descripción del con­texto arqueo1ógico donde se ha recogido la mues­tra. El cuarto bloque está destinado a la selección de los estos y en el se anotarán los distintos materiales que han sido documentados para cada fracción, preci­sando su abundancia. Es imprescindible que todos estos apartados estén bien cumplimentados, pues la información que se con­signa es crucial para el posterior estudio e interpretación de los datos proporcionados por la muestra, especialmente para aquellos investigadores e investigadoras que no han participado en la excavación.

La recogida de muestras arqueobotanicas tiene por objetivo principal obtener información sobre el uso y la manipulación de los productos vegetales por par­te de las sociedades humanas. Una vez recogidos esas muestras deben de ser interpretadas, no obstante, hay que ser cauteloso a la hora de rea­lizar interpretaciones con los datos arqueobotani­cos, pues existen ciertas limitaciones muy importan­tes. En primer lugar, debe quedar muy claro que la población de restos arqueobotanicos documenta­dos en un yacimiento no refleja la población real de especies vegetales que una vez estuvieron presen­tes en dicho yacimiento, si no únicamente los restos de aquellas plantas que se han conservado En segundo lugar, se debe ser consciente de la dife­rencia existente entre la descripción (contar cosas) y la interpretación (establecer la importancia). Existen diversos tipos de medidas que son adecuadas para la descripción de los restos vegetales con la finalidad de sentar una base para la inferencia del comporta­miento humano pasado, pero estas mismas medidas pueden no serlo para hacer y explicar realmente esta inferencia.

Por otro lado, dentro del plano interpretativo, los in­vestigadores coinciden en afirmar que existen dos aproximaciones básicas a la analítica estadística que G. Jones denomina investigación de pautas y análisis de problemáticas dirigidas. La primera aproximación empieza con la contabilización de taxones individuales y, a través del uso de técnicas estadísticas para identificar pautas vincu­ladas a su composición botánica y a la interpre­tación en términos de relevancia ecológica o de comportamiento. La segunda aproximación comienza con una o varias preguntas que van a ser investigadas y utiliza los datos para confrontarlas. En general, con la finalidad de resolver los inconve­nientes y de aprovechar las ventajas de cada aproximación, se propone una solución intermedia y complementaria que consiste en seleccionar o cre­ar variables apropiadas a una cuestión particular y usar estas variables en la investigación de pautas.

Finalmente, queremos señalar también la existencia de otras cuestiones a tener en cuenta durante la se­lección de estos análisis cuantitativos interpretativos. En primer lu­gar, se debe partir de la premisa de que las mues­tras fueron tomadas de forma aleatoria. En segun­do lugar, se debe ser consciente de que la elección de las técnicas estadísticas dependerá de muchos factores, entre los que destacan las propias características de los datos, los objetivos de la investigación y el numero de variables que se pretenda analizar simultáneamente, pues no todas las técnicas son igual de eficaces para cada caso.

Una vez aclarados estos aspectos referentes al ma­nejo de los datos en la descripción e interpretación arqueobotanicas, señalaremos que de forma gene­ral el principal recurso interpretativo utilizado en arqueología es la analogía comparada. Con la intención de establecer el uso que se dio a las plantas se suele recurrir a dos disciplinas: la etnobotanica y la arqueología experimental.

En cuanto a las interpretaciones antracológicas, existe una doble vertiente que tienen los estudios arqueo­botanicos y en este caso los antracológicos, que nos permiten obtener información de tipo paleoambiental y económico y/o de gestión de recursos.

En lo que respecta al estudio de los restos carpológicos cabe destacar que está estrechamente vinculado con la gestión de los recursos ve­getales por parte de las sociedades humanas en un ámbito básico para su supervivencia como es la alimentación. Esta no es la única aportación que pue­den realizar estos estudios, pero sí la más relevante. La mayoría de investigadores e investigadoras se ha centrado tradicionalmente en el estudio de la domesticación de las plantas, su adopción y expansión, así como la caracterización de las prácticas agrícolas y culinarias.

Finalmente, para concluir es necesario destacar la aplicación del estudio de microrrestos vegetales, una disciplina muy amplia que depende de las necesidades inter­pretativas de cada contexto arqueológico.


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